Queridos amigos,
Hoy os escribimos este artículo embargados por la emoción.
Agradecidos de corazón y mordiéndonos el labio inferior para que no nos tiemble mientras se agolpan las ideas en nuestra sien. Queremos decirlo todo. Queremos expresarlo todo, pero necesitamos ordenar las emociones. Nos miramos y aportamos ideas, pero tenemos que ordenarlas para que nos entendáis cuando las leáis. Cogemos aire. Damos un paseo hasta la cocina, nos servimos un vaso de agua fresca. Un sorbito mientras andamos de vuelta al ordenador y nos miramos con complicidad para apuntar todas las cosas que os queremos agradecer.
Respiramos hondo.
Acariciamos el teclado…
Gracias por confiar en Tupy.
Son tiempos difíciles.
Nadie nos ha enseñado lidiar experiencias como las que estamos viviendo. Lo que hace un par de meses era un madrugón para ir a trabajar, ahora es pasar la noche en vela, mirando el techo, acongojados porque mañana por la mañana nos enfundaremos nuestra ropa y los guantes y mascarillas y volveremos a luchar contra un enemigo invisible.
Pero ¿sabéis una cosa?
Merece la pena.
En estos días hemos recibido muchas sonrisas y muchos «gracias». De personas que ya nos conocían, y de personas que acaban de descubrirnos. Y esas sonrisas. Ese saberse cuidados, por nosotros, y alimentados, que no es poco, reconforta y mucho.
Colaboramos poniendo nuestro granito de arena en esta crisis. A los más os llevamos la comida a casa. A otros al trabajo. Pero en estos meses no nos hemos olvidado de los más necesitados y también a ellos les hemos hecho llegar alimentos. Sin embargo, lo más sorprendente, lo que nos encoje el corazón y nos insufla la fuerza para seguir aquí, al pie del cañón, sois vosotros. Todos vosotros.
Y es que en estos días hemos vivido situaciones que bien valdrían para llenar las páginas de un libro. Hemos visto cómo algún vecino nuestro se ha tomado la molestia de venir hasta Tupy personalmente, y no para encargarnos la comida. Qué va. Para traernos alimentos, ¡a nosotros! para que los podamos cocinar y hacérselos llegar a quienes no se los pueden permitir. Hemos recibido incluso alguna donación económica, para lo mismo, para ayudarnos a ayudar.
¿Comprendéis ahora nuestra emoción?
Gracias a vosotros, lo que era un compromiso formal, se ha convertido en moral.
Lo que eran rodillas flaqueando ahora es un pulso firme. Seguimos mordiéndonos el labio. Antes por miedo y ahora por emoción y determinación. El miedo sigue ahí. Y seguirá. No nos avergüenza confesarlo. Pero es bueno saberlo, tenerlo y contenerlo. Carecer de él nos convertiría en temerarios. Sucumbir a él en marionetas. Lo tenemos, como vosotros, pero entendemos que la mejor manera de hacer frente a un enemigo invisible es sabiéndote amado y amando a los amigos visibles.
Por eso nuestros profesionales extreman las medidas sanitarias para prevenir y evitar sustos. Sabemos que detrás de sus mascarillas, hay sonrisas. A veces acongojadas, claro que sí, pero sonrisas. Porque hablamos entre nosotros mientras cocinamos, y el optimismo se impone al pesimismo. Mascarillas, guantes, todo gesto de higiene y prevención es poco para cuidarnos, para cuidaros. Incluso nuestros repartidores, embutidos ellos también en mascarillas y guantes, y evitando todo contacto físico con vosotros. Dejando la comida «apartada» para que la podáis recoger con confianza y tranquilidad. Dando la espalda y volviendo a la furgoneta pensando que ha hecho bien llevándote tu comida a casa. Pensando en la siguiente entrega, y al final del día, en el siguiente reparto.
Por todo esto, amigos… gracias.
Gracias por confiar en Tupy. Gracias por estar ahí y por darnos fuerzas para seguir.